viernes, 23 de octubre de 2009

LOMA DE LOS AHORCADOS, TUNJA..


La romería al Alto de San Lázaro se celebra el primer domingo de septiembre y además en el mes de diciembre. Los promeseros ascienden la colina de la Loma de los Ahorcados o Alto de San Lázaro. Allí pagan sus mandas a San Lázaro y a la Virgen de Chiquinquira, consistentes en salves y misas y hacen la romería y fiestas religiosas con solemne procesión.

Terminada la promesa, los campesinos salen de la ermita de San Lázaro y se encaminan a tomar chicha y a comerse los sabrosos piquetes.

En las horas de la tarde, los campesinos descienden del Alto de San Lázaro y emigran a sus ranchos.

Es costumbre de los tunjanos, el decir que cuando los indios bajan de San Lázaro, "se llevan el frío en los pies", lo cual signifíca que a partir de esa época, se inicia en Tunja una moderación de la temperatura rígida que azota los meses de julio y agosto en el crudo invierno.

Hay que tener en cuenta también, que en el mes de septiembre los indios chibchas de T unja celebran la Fiesta de la cosecha y hacían la ceremonia propiciatoria y el sacrificio de los moxas en las famosas piedras de Tras del Alto por la vía de la Loma de los Ahorcados o Alto de San Lázaro.

El 7 de agosto de 1819, en las primeras horas de la mañana, el Libertador Simón Bolívar con su estado mayor, observó con sus anteojos de campaña, la vía que seguían las tropas españolas, comandadas por el Coronel José María Barreiro.

Desde el Alto de San Lázaro, el Libertador enrutó al Ejército Libertador para su triunfo definitivo que culminó en la Batalla del Puente de Boyacá.

Con esta Batalla, la más importante en el área septentrional de Suramérica, se facilitó el desarrollo de las Campañas de Venezuela, Quito, Perú y Alto Perú, que llevaron a la independencia definitiva de las colonias americanas en relación con la metrópoli. En ésta, la importancia del Alto de San Lázaro en la consolidación de la Libertad y la Independencia de Colombia.

En el siglo XIX, se recuerdan también las tomas militares de Tunja en las Guerras civiles, como la que ocurrió en el año 1861, cuando el General Leonardo Canal se tomó a Tunja desde el Alto de San Lázaro, en la llamada Guerra de la Semana Santa.

JUSTICIA y LIBERTAD son dos valores y fuerzas espirituales que se unen en el Alto de San Lázaro a través de la Historia.

Fuente: www.tunja.gov.co

1 comentario:

  1. Todas las tardes a mediados del siglo XX la capilla de San Lázaro destacaba claramente sobre el lomo del cerro desprovisto de vegetación en el paisaje diario siempre hermoso de la puesta del sol. San Lázaro significaba entonces en Tunja una cuesta de barrancos pelados, surcada a trechos por meandros de lluvias caídas en tiempos ya olvidados,todo erosionado por un viento que sin tregua sopla furioso desde el sur. Por eso con sonrisa escéptica observábamos desde la Plaza de Bolívar a quienes se empecinaban en hacer producir a esa tierra calva y seca que en las épocas veranosas parecían no poder producir otra cosa que lástima. Y lo más increíble de todo es que ¡sí, lo lograban! Sí, se cosechaba allí cebada y trigo, que aunque raquíticos por las sequía y doblegados por la brisa fría, producían espigas suficientemente cargadas como para justificar el esfuerzo y la inversión. Y eso lo deducíamos porque en ocasiones se dibujaba contra el cielo del Alto la silueta de una segadora de trigo cuyo chorro de grano desafiaba la ventolada y caía sobre la volqueta que lo transportaría. Y así, en un equilibrio que desde allí nos parecía precario, por el lomo del cerro se movían los vehículos bajando hacia la confluencia con el camino a Chiquinquirá.
    No había ni una calle entonces, ni siquiera una casa. La ciudad terminaba justo en la linde del alto y la primera impresión que se llevaba el visitante era la de un silencio casi total, tan solo interrumpido por los silbidos del viento que soplaba constante con esa tenacidad propia que tiene en los semi páramos. Apenas sí llegaban hasta las viejas paredes del solarcito de la capilla los ecos diastantes de los escasos vehículos que entonces circulaban por Tunja. El ocasional tañido de una campana, lejano y tímido luchando contra el viento, ponía un aire de nostalgia y de paz en los pocos visitantes que remontaban la loma para ver el paisaje de Tras del Alto. Hasta allí llegaban quienes querían ver la ciudad dearramada sobre los barrancos arcillosos que había que rellenar para construir sobre ellos. Y había quienes querían encaramarse sobre la Piedra de Bolívar para como él, otear en dirección al camino de Motavita por donde en apresurada marcha avanzó el ejército realista hacia el Puente de Boyacá. Silencio y silbidos del viento, o quizás el graznido de alguna garza solitaria en dirección a los pantanos que entonces había en las vecindades del Pozo de Hunzahúa. Silencio, tañer de campanas lejanas, silbidos del viento, el reacio motor de algún destartalado vehículo que se negaba a a arrancar. Silencio. .. pero había una excepción: cada 17 de diciembre podían escucharse en la ciudad, como lejanos trallazos, los ecos de los cohetes con que se celebraban los oficios de la fiesta y romería religiosa.
    Antonio Gómez
    Helsinki, 17 de agosto de 2013

    ResponderEliminar